Columna de Ignacio Figueroa: Malos vientos para Kast desde Buenos Aires
La derrota de Javier Milei y su partido en las elecciones legislativas de Buenos Aires muestra que las fuerzas de la reacción ultraderechistas son frágiles cuando los ciudadanos comienzan a comprender que sus promesas no mejorarán su calidad de vida.

El fracaso de La Libertad Avanza (LLA) en Buenos Aires amenaza al proyecto internacionalista de la ultraderecha mundial, mostrando que la realidad es el mejor antídoto contra la reacción libertaria.
Cuando conmemoramos los 52 años del golpe de Estado, más vivo que nunca tenemos el recuerdo de lo que es el fascismo, los sacrificios que cuesta derrotarlo y lo imperioso que es de que no llegue al poder.
En Chile hay varios políticos admiradores de Milei, como José Antonio Kast y Johannes Kaiser, y para estos el fracaso de LLA significa una derrota propia, pues el mito sobre los beneficios de un gobierno ultraliberal con capacidad de revertir la crisis económica comienza a agrietarse.
El mito de “la casta”
Milei llegó a la Casa Rosada por el hastío de los ciudadanos contra la clase política, lo que el presidente argentino denomina “la casta”; sin embargo, él representa exactamente al mismo grupo de intereses económicos de los cuales denuncia como corruptos.
La estrategia libertaria estaba dirigida hacia obtener un triunfo electoral legislativo, para esto recurrieron a los nefastos préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI) -que están en la génesis de la debacle económica argentina desde el gobierno de derecha de Mauricio Macri-. Los dineros del FMI fueron usados como base para mantener a flote la economía y la política cambiaria en miras de la elección en Buenos Aires y las nacionales de octubre.
El líder libertario declaró la guerra civil de clase a grupos sociales como los jubilados, minorías sexuales, trabajadores, discapacitados, etc. Es decir, todo quien necesite la ayuda del Estado para subsistir, en una eugenesia que busca eliminar a los indefensos en una teoría de la evolución social donde sobreviven los más fuertes.
La base de apoyo de Milei
Los votantes de Milei son jóvenes estudiantes (en Argentina hay voto voluntario para personas entre los 16 y 17 años) o nuevos en el mundo laboral, que viven bajo la influencia directa de las redes sociales donde la realidad está dictada por la cibernética de los bots (misma estrategia que usa Kast en Chile) y creen que la eugenesia de los “indeseables” no les tocará.
Experimentos de selección ya fueron llevados a cabo en Argentina con la desaparición de miles de jóvenes revolucionarios durante la dictadura militar, mientras, la clase política se desentendió del sistemático exterminio de los “indeseables izquierdistas” que amenazaban a las clases dominantes.
La estrategia del engaño
Si bien Milei es responsable de engañar a la población aprovechando el descontento con la democracia y la corrupción, estos son los síntomas de la decadencia del sistema político liberal tanto como el fracaso de la izquierda por pasar a fases superiores de redistribución del poder político y económico.
Lo que busca Milei es eliminar el asistencialismo, que fue la estrategia de sobrevivencia que adoptó la izquierda democrática ante la impotencia o anuencia de cambiar las relaciones sociales.
Perón es admirado por industrializar la nación logrando convertir a la Argentina en un país rico y desarrollado aprovechando la política de sustitución de importaciones. Desde los años 80, gobiernos bajo la égida neoliberal se dedicaron a desindustrializar, reemplazando la producción local por la transnacional, impactando directamente en la clase trabajadora. La respuesta fue el asistencialismo que trajo aparejada la corrupción.
El caso chileno
En Chile, todos los gobiernos desde el regreso a la democracia han abusado del asistencialismo al no desarrollar políticas que transformen la realidad productiva; solamente pueden evitar el estallido social entregando recursos “focalizados” en vez de redistribuir o dar poder a los trabajadores a través de los sindicatos u organizaciones sociales.
Más aún, los gobiernos temen a la organización social al pensar que es el germen de la ingobernabilidad y el desafío a la elite.
En los regímenes políticos existe una permanente danza dialéctica entre la política y lo social, contradicción que está dada por la lucha de clases en países donde no gobierna el pueblo.
En los gobiernos socialistas, la política es puesta completamente al servicio de lo social. Por el contrario, en el capitalismo ultraliberal o libertario, la política no solamente domina lo social, sino que lo excluye, intentando negar o barrer bajo la alfombra los problemas utilizando el individualismo, el poder los medios y las redes sociales para invisibilizarlo.
La prensa al servicio del poder
Los medios corporativos de comunicación chilenos tratan a Milei con condescendencia, poniendo foco en los avatares políticos y no en los estragos sociales de su terapia de shock. Nunca matizan para decir que la elite económica no es tocada por las medidas de LLA, como tampoco muestran el drama de la pobreza y la exclusión.
En la victoria electoral de la oposición sobre Milei la realidad del día a día de los problemas sociales fue el gran ganador. Por eso Cristina Fernández dijo a Milei: «Salí de la burbuja, hermano… que se está poniendo heavy”.
En Chile, un posible triunfo de la ultraderecha con las propuestas de José Antonio Kast de disminuir impuestos para impulsar el chorreo sin tocar la matriz productiva, manteniendo la condición meramente extractivista que exige la globalización neoliberal, está condenada al fracaso, a repetir las políticas asistencialistas o enfrentar la ira popular.
El engaño de la disminución de los impuestos ha sido utilizado en muchas ocasiones, cosechando solamente una mayor concentración de capital y mayores niveles de desigualdad.
Las consecuencias de la derrota
Bajo la propuesta de la multipolaridad los países que opten por asociaciones con el bloque emergente (Brics) deben exigir su ayuda para el cambio de matriz productiva desde la exportación de materias primas a la industrialización, usando las herramientas de las nuevas tecnologías.
Si bien la derrota de Milei es solamente el comienzo de un camino marcado por distintos hitos electorales, es un signo de esperanza para Argentina y los pueblos del mundo amenazados por la ultraderecha.
Especialmente, es una advertencia ciudadana para candidatos como José Antonio Kast que sienten que tienen a su alcance el acceder al poder, refugiándose en la mano dura contra la delincuencia y la desregulación del trabajo.