Columna de Ignacio Figueroa: Jugo de tomate frío en las venas
A propósito de las declaraciones de Eduardo Artés, tenemos una situación de gobernabilidad delicada para el próximo Presidente, quien deberá tener “jugo de tomate frío en las venas” para gobernar en momentos de crisis sistémica de la democracia liberal en el mundo.

Los dichos del candidato presidencial Eduardo Artés sobre la escasa gobernabilidad de una posible administración de la ultraderecha pusieron en el debate público un punto no menor a la hora de evaluar a los candidatos a la primera magistratura del país.
En la discusión sobre esta materia deben entrar consideraciones respecto no sólo a los candidatos de la ultraderecha, José Antonio Kast y Johannes Kaiser, sino que también a Evelyn Matthei y Jeanette Jara.
La tibieza en el poder
El éxito de los gobiernos de la Concertación, Nueva Mayoría y Unidad por Chile estribaron en que, siendo alternativas de centroizquierda, mantuvieron la estabilidad política y social permitiendo una relativa calma tanto de las movilizaciones populares como de sus organizaciones de base.
Mientras, administraban el modelo que permitía el enriquecimiento de la clase empresarial/gerencial, sirviendo como válvula de escape de una olla a presión.
La voz de las calles
Por el contrario, el primer gobierno de Sebastián Piñera, iniciado en 2010, tuvo un comienzo tranquilo, pero al poco andar, las movilizaciones estudiantiles multitudinarias se convirtieron en un elemento central de desestabilización.
El sociólogo Tomás Moulian había advertido que la opción más racional para la derecha era dejar que gobernara la centroizquierda dando estabilidad al modelo económico que les favorecía.
Al borde del abismo
En la segunda administración de Piñera, el estallido social de 2019 dejó en claro que la centroderecha no era garantía de gobernabilidad. Piñera estuvo muy cerca de tener que abandonar el poder, pero fue rescatado por el Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución de los partidos de la derecha y el centro, donde Gabriel Boric representó, a título personal, a la izquierda más dura.
El Acuerdo por la Paz sirvió para pacificar el estallido social, institucionalizando el descontento popular que llevó a los plebiscitos constitucionales.
En los hechos, destruyó la movilización social, centrando el proceso en los actores políticos parlamentarios y en todos los aspectos que median entre los ciudadanos y el poder político, como son las plataformas mediáticas y las redes.
El fondo es invisible
La respuesta institucionalizada no se preguntó por las causas del conflicto, atribuyendo las movilizaciones y las acciones violentas al desquiciamiento de grupos o a bandas delictivas organizadas que el Estado debía eliminar.
El llamado al Estado policial fue la retórica preponderante, que se vio potenciado por la crisis de seguridad del fenómeno del crimen organizado por el descontrol de los mecanismos represivos producto de la llegada de elementos delictivos extranjeros, propiciada por la derecha al otorgar facilidades de inmigración, que fue utilizada como arma ideológica contra el chavismo venezolano (anuncio de Piñera en Cúcuta, Colombia, de la Visa de Responsabilidad Democrática).
Al no ir a las causas del movimiento de protesta ciudadana, los motivos que gatillaron el estallido no fueron abordadas seriamente, quedando en barbecho a la espera de un momento crítico o a la llegada de actores políticos que permitan la identificación del pueblo de un enemigo común contra el cual manifestarse.
Gobernar sin ayuda
La crisis chilena pasa por un estancamiento del modelo productivo extractivista, además de una crisis de representación donde el gobernante no tiene el capital político necesario para hacer cambios transcendentes, si es de izquierda; si es derecha, utilizará medidas económicas que ya se han mostrado como fracasadas, por lo que sentirá la presión social decidida de las masas.
Existiendo los elementos constitutivos del descontento popular soterrados por la efectiva acción del gobierno de Boric de dar gobernabilidad para la mantención del modelo económico, sin un Ejecutivo con dichas características, es probable, más no seguro, una agudización de las contradicciones que lleven a las manifestaciones de protesta ciudadana.
Un problema anunciado
Sin embargo, de las afirmaciones del profesor Artés se infiere que es la izquierda quien no dejará gobernar a la derecha. Esta disquisición no se ajusta al estallido social, ya que una característica esencial del mismo fue su condición de organización desde la base sin mediación de los partidos.
Artés comenta un hecho de la realidad: un gobierno de derecha se verá en problemas de gobernabilidad, sin embargo, cualquiera que gane tendrá los mismos problemas, incluyendo por cierto a Jeannette Jara, que tendrá una oposición política de clase empresarial/gerencial dura.
Entonces, tenemos una situación de gobernabilidad delicada para el próximo Presidente, quien deberá tener “jugo de tomate frío en las venas” (canción del grupo argentino Manal) para gobernar en momentos de crisis sistémica de la democracia liberal en el mundo.
La influencia de lo externo
Por otra parte, el líquido escenario internacional con conflictos militares abiertos o latentes en un mundo cambiante de enfrentamiento entre los polos unipolar y multipolar, hace complejo el nivel de inversión extranjera de capital que necesita un país abierto comercialmente para cambiar el signo de la crisis económica.
El proteccionismo llevado adelante por Donald Trump permite especular que los países tendrán que tomar decisiones estratégicas frente a los requerimientos de los polos en disputa.
Ofertas sin sustento
Matthei y quienes la apoyan, se ofrecen como la posibilidad de mayor gobernabilidad frente a las posiciones de ultraderecha, pero lo que ofrecen es intentar el clásico gatopardismo usado por la Concertación hasta el hartazgo amparándose en las disposiciones constitucionales que impedían las transformaciones: “cambiar todo para que nada cambie”.
Mientras, la ultraderecha ofrece profundizar las políticas económicas que llevaron al estancamiento y la crisis en los planos político, social y económico.
Ejemplos a tener en cuenta
Un peligro significativo adicional de la ultraderecha es imitar lo que hace Javier Milei en Argentina: privatizar y endeudar (préstamos del FMI y de Estados Unidos) aumentando las ganancias de los grupos económicos para que chorree hacia los trabajadores, de esta forma, sortear el periodo presidencial, demostrando que la ultraderecha puede gobernar, pero sin dar solución al cuello de botella del modelo de Estado rentista.
La reacción del gobierno a los dichos de Artés muestra que se llevó demasiado lejos la intención de congelar el conflicto de clases. Cuando eso ocurre, se acumula la energía del movimiento social que no se puede mantener por mucho tiempo en condiciones de estabilidad, pero donde obviamente, es la derecha y la ultraderecha quienes tienen mayor posibilidad de desatar la ira de la resistencia popular.