(VIDEO) Columna de Sebastián Gómez Matus: “Flow” es una película vital
La película, con la que todos dicen haber llorado, es una oda a la vida y un gran mensaje poshumanidad.

Recuerdo que hace años, cuando me gustaba el cine, todavía en enseñanza media, leí una entrevista de Aronofsky en que decía que «toda película con humanos es una película de terror”. Este sábado en sala K. vi “Flow”, dirigida por Gints Zibalodis, cineasta de Letonia, ganador del Premio Oscar a la mejor película de animación.
Escrita en conjunto con Matīss Kaža, la película retrata las consecuencias de una gran inundación para un grupo de animales: un gato, una jauría, un capibara, un lémur y una suerte de garza asaz peculiar.
Flujo animal
En un bosque que recuerda a la campiña francesa, pero que por los peces que tiene el agua podría ser Brasil, hay animales que parecen haber venido de todas partes a reunirse en un territorio donde hay un templo de gatos y, más adelantada la película, unos templos abandonados que recuerdan al Tíbet.
La inundación que dirige la acción arrasa con el bosque y los animales tienen que bogar en un barco por las aguas que alcanzaron el nivel de las montañas.
Al parecer, los animales, y en particular el gato (podría pensarse que él es Flow), son los protagonistas de la historia. Por suerte, como ya se dijo, no hay humanos, sólo vestigios de civilizaciones. Pero el título podría sugerir otra cosa y decirnos que el verdadero protagonista de la historia es el Flujo como idea o metáfora de la Vida, que en la película se muestra con una fuerza devastadora y regeneradora a la vez.
Como dijera César Aira en “Un episodio en la vida del pintor viajero”: “Para la naturaleza no existe la destrucción”.
Como siempre, los animales tienen que adaptarse al flujo de la vida. En este caso, la gran inundación, que además refleja una tendencia climática antónima a la que esperamos en nuestra realidad. En primera instancia, los perros aparecen cazando a una liebre, después persiguen al gato protagónico, para finalmente arrancar de un ruido atronador: una ola inmensa que termina por inundar el paisaje de la película. Los animales devienen marineros y, si no amigos, al menos una comunidad de cuidado.

Enfoque climático
La película muestra una realidad sin humanos y sin lenguaje verbal. El efecto de entendimiento y aprendizaje (la sala estaba llena de niñas y niños con sus padres) es tan arrasador como el agua que devora el hábitat donde vive el espontáneo grupo de animalitos.
La cita al Arca de Noé es sutil, pero poderosa. Cada animalito representa alguna emoción, algún tipo de carácter. El gato tiene una gran evolución intrasubjetiva, para hablar en términos de análisis psicocinematográfico. Al comienzo, es un gato aterrado, pero hacia el final, termina siendo el imán de sus compañeros.
Desde un principio estamos ante un escenario poshumanidad. Se ve una casa donde trabajó un escultor haciendo figuras de gatos, botes; después vemos estatuas gigantes y columnas de civilizaciones que ya remotas en el presente del largometraje. La humanidad no sólo no existe, sino que ha desaparecido hace mucho.
En un momento, muy sutilmente, cuando van navegando, se ve una escultura humana de gran escala: un hombre calvo alzando la mano en señal de ayuda.
La perspectiva que ofrece la producción belga-francesa es clara: la tierra vuelve a ser hermosa cuando ya no estamos como especie. Somos un vestigio, distintos climas han colapsado en un cataclismo que forja una nueva realidad en la cual sólo queda aceptar el flujo de la gran crecida.
Infancia y adultez
La película tiene un mérito que pocos han advertido: no es para ningún tipo de público en específico. En una sala podría haber gente de todas partes del mundo, de todas las edades y de todos los géneros. No es menos cierto que el hecho de que sea animación la clasifica inmediatamente como una película para niñas y niños, pero pensarlo sería un error. La película es un puente que une ambas edades, reúne, infancia y adultez. Esta vez en la sala había una niñita llorando de miedo y un papá llorando de emoción.
Otro ámbito relevante de la película y muy a contrapelo con el “cine de humanos” es su alcance poético. Hay escenas que pasan de una emoción abrupta a lo sublime, y en esas transiciones, la poesía surge desde todos los componentes de la película, pero sobre todo del paisaje, que ya no es paisaje ni naturaleza. Al no haber humanos, podemos ver el planeta sin ser objeto de nada. Al contrario, parece el sujeto más fuerte de la película. El flujo, la vida que arrasa, impactan a niños y adultos, hermanando las distancias etarias y todo el trajín de enculturación que hay entre ambas edades.
“Flow”, seguramente se convertirá en un clásico de la animación, del cine, pero sobre todo del pensamiento más allá de la humanidad. Ahora que gran parte del conocimiento y la teoría cultural ha tenido un “giro animal”, esta película debe quedar como una referencia ineludible para las y los lectores de los Timothy Morton del mundo. “Flow” propone una interesante lectura de la crisis ecológica, del espectador y de cómo entendemos el fin, tan discursivo y hegemónico como política del miedo y del caos. “Flow”, en otras palabras, propone que la vida sigue, con o sin nosotros.
Mira aquí el tráiler de la película: