César Vallejo: “El hombre más triste”
Se cumple un nuevo aniversario de la muerte de César Vallejo y es imposible no recordar a quien fuera probablemente el mejor poeta en lengua castellana.

César Abraham Vallejo Mendoza nació el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, Perú, para morir, “con aguacero”, el 15 de abril de 1938 en París, prácticamente en la indigencia y el abandono de sus pares, salvo por Georgette, su viuda.
A la manera de los bonzos y haijines con el “jisei”, los primeros dos endecasílabos del célebre poema premonitorio que escribió el “Cholo” sobre su muerte son: “Me moriré en París con aguacero/ un día del cual tengo ya el recuerdo”. ¿Quién puede tener un recuerdo sobre su muerte? Sólo un poeta como Vallejo.
Un castellano incaico o el poeta-lengua
Lo que Vallejo le hizo a la lengua castellana permanece insuperado hasta el día de hoy. Ni sus mejores contemporáneos, y vaya que los había, pudieron alcanzar siquiera porcentualmente el enfrentamiento que tuvo el peruano con la lengua castellana. Ya se veía algo nuevo en “Los heraldos negros” (1918), aunque todavía había un guiño hacia Darío, pero lo que ocurre en “Trilce” (1922), ese annus mirabilis para la poesía universal, no ha vuelto a ocurrir y es poco probable que ocurra un cataclismo tal en el arte de las letras. En adelante, la poesía peruana sería una de las más interesantes y extremistas en su radicalidad, hasta el día de hoy. Lo confirman poetas como Eielson, Watanabe, Santiváñez y en la actualidad Montalbetti.
La herencia lingüística de Vallejo permea hasta el día de hoy no sólo las composiciones de los poetas, sino que la manera que tenemos de hablar y referirnos a las cosas. Esta precisa amalgama entre la lengua heredada y la cultura reprimida es lo que hace de Vallejo un poeta tan particular y carismático. Vallejo se transformó en un poeta-lengua, ya no en un poeta del lenguaje, como la vanguardia liderada en Estados Unidos por Charles Bernstein, sino que el uso y abuso de la sustancia lengua en Vallejo derivó en una droga que trascendía toda historización.
Una suerte de hápax en sí mismo, del cual su poesía está atiborrada. Recordemos uno que me encanta: “hifalto”, “…para el hifalto poder”.
El hombre más triste
Hace unos años el periodista y escritor peruano Daniel Titinger publicó vía UDP una investigación que vuelve a desentrañar la vida del poeta con información que antes no estaba en los anales vallejianos, además de devolverle actualidad a la figura nunca agotada del santiagueño.
“El hombre más triste” abre un capítulo no revisado de su vida, como lo mujeriego que era, y también le hace justicia a la viuda, sin la cual no tendríamos gran parte de la obra póstuma del “Cholo”. Es un libro interesante porque sin querer mitificar, lo eleva a una categoría inalcanzable; sin embargo, también pone a la viuda en su justa dimensión, una mujer fortísima y con un sentido de la responsabilidad histórica admirable, además del amor que sentía por su poeta.
Hoy, a casi 100 años de su muerte, Vallejo sigue siendo estudiado y poetas de la talla de Montalbetti le dedican sendos ensayos, ofreciendo lecturas y abordajes asaz interesantes. Hay un poema homenaje del poeta mexicano Inti García Santamaría que es hermoso por la sencillez y la fuerza expresiva en la economía. Lo cito completo:
diecinueve años
trilce, XI,
versos uno y dos
no tengo nada más en la cabeza
Esos versos son los siguientes: “He encontrado a una niña / en la calle, y me ha abrazado”. Esa aparente simpleza sintáctica, tan propia del “Cholo”, es lo que seguramente conmueve y se adosa en la cabeza del poeta de Ciudad Nezahualcóyotl. Lo que Vallejo ha hecho por los poetas del continente es dar una lección de estilo. (Tengo la impresión de que las poetas no lo leen mucho o no lo suficiente, pero ¿cuándo es suficiente Vallejo?) Si un escritor logra convertirse en escritor, es porque tiene una experiencia con el lenguaje en la que deviene estilo, pero seguramente Vallejo es mucho más que un estilo, una lengua.
La actualidad de su poesía es tan irrecusable que hoy sigue siendo el mejor en castellano, habiendo grandísimos poetas en todo el continente. Vallejo también ofrece esa magnitud: es un poeta americano, es un indio que le devuelve al conquistador su lengua convertida en una verdadera lengua, después del acabose o el “cansancio de la imaginación” europea, como escribió Lezama Lima, otra cumbre, y en específico de la literatura ibérica, cuya fecha de defunción, salvo honrosas excepciones, es tan lejana que es imposible rastrear la fecha.
Entre otras cosas, Vallejo quizá haya sido el poeta que más haya aportado a la decolonización de los pueblos americanos a partir del reverso de la lengua.