Columna de José Antonio Lizana: ¿Qué espera Pablo Milad para renunciar?
Los números no mienten y la realidad es brutal: Chile fue colista de las clasificatorias sudamericanas. Y no es casualidad, es consecuencia directa de años de negligencia, improvisación y mediocridad dirigencial.

Firmamos la peor campaña del formato todos contra todos desde que debutamos rumbo a Francia 1998. ¿La razón? Se han hecho las cosas mal, sistemáticamente, desde la cúpula del fútbol chileno.
Tras la salida de Reinaldo Rueda, Pablo Milad hipotecó nuestras opciones de Qatar 2022 al contratar a Martín Lasarte, un entrenador de perfil bajo, limitado a clubes y sin el carácter ni la jerarquía para dirigir una selección. Su fracaso era tan previsible como inevitable.
Y cuando tocaba corregir, Milad repitió el error: entregó el proyecto de 2026 a Eduardo Berizzo, un técnico que venía de arrastrar números nefastos en Paraguay. El «Toto» pudo haber sido opción años atrás, pero en ese momento ya era un DT gastado, sin ideas nuevas ni la energía que requería La Roja.
Lo peor es que, con un fútbol local saqueado por sociedades anónimas y representantes que sólo piensan en caja, Berizzo se refugió en una Generación Dorada fundida, incapaz de sostener el peso de una clasificatoria. Y ni siquiera lo hizo con dignidad: su esquema era pobre, mezquino, predecible. No era Bielsa ni de cerca, sólo un bombero apagando incendios con un balde roto.
La guinda de la torta
Berizzo trabajó sin presión. Perdió los Panamericanos en Santiago (Brasil le robó el oro en la cara), hizo agua en los partidos de local y se derrumbó en la vergonzosa derrota contra Venezuela. Todo estaba a la vista. Y aun así, la ANFP le entregó a Ricardo Gareca un fierro oxidado, sin proyecto, sin estructura, sin nada. Gareca aceptó un cargo casi como hobby, entrenando de vez en cuando, sin pisar estadios ni entender lo que significa dirigir a Chile.
¿Quién aparece otra vez como gran responsable? Pablo Milad. Lo ratificó en la derrota, le regaló permisos, licencias y vacaciones en plena clasificatoria y dejó que La Roja se hundiera todavía más. Sí, todos pedíamos a Gareca, pero un año antes. No esta versión agotada, caduca, sin compromiso.
¿Por qué Milad parece intocable?
En cualquier trabajo serio, cuando no cumples las metas, te echan. ¿Por qué Pablo Milad sigue intocable? Porque maneja hilos de poder, porque tiene a los clubes rendidos a sus pies, porque algunos medios lo protegen vendiendo humo sobre “el campeonato apasionante”. La realidad es otra: el fútbol chileno está en ruinas, sumido en la miseria más absoluta.
Y Milad no se va porque está cómodo, porque es un político de carrera, experto en seducción barata y promesas vacías. Lo vi en 2024, en el Teatro Municipal de Vitacura, en el lanzamiento del libro de Elías Figueroa: el tipo destila demagogia, está en el fútbol para servirse, no para servirlo. Esa es la verdad que duele. Y mientras no se vaya, La Roja seguirá hundida en el barro. Me parece que a estas alturas no adquiere relevancia si está Nicolás Córdova u otro entrenador en la Selección, porque la estructura está quebrada y no veo tan sencillo levantarla para el otro Mundial.
Dale nomás, dale que va, que allá en el horno nos vamos a encontrar, Pablo.