Columna de Ignacio Figueroa: Donald Trump como el gran demiurgo
El reciente enfrentamiento armado entre Irán e Israel y los Estados Unidos, deja varias lecciones que deben ser analizadas para extraer los futuros escenarios geopolíticos que enfrentará la humanidad.

Cada acción que se produce en el plano de las relaciones internacionales está saturada de situaciones complejas con posibles variables que hacen cambiar el orden de las piezas en el juego de ajedrez dialéctico en que se enfrentan constantemente las potencias. La multipolaridad se impone como un hecho, lo que está en juego es cómo o qué será ésta.
El Oriente Medio o Próximo ha sido de una importancia crucial para Occidente desde antes de la economía basada en la energía fósil. Lo fenicios, antiguos habitantes de la región, contribuyeron con importantes e incalculables aportes como la escritura alfabética, la navegación y el comercio.
Los cartagineses continuaron con su legado, siendo derrotados por los romanos que destruyeron Cartago.
Posteriormente, la irrupción del Islam en Oriente Próximo y África del Norte supuso una fuerza cultural y militar que amenazaba a la civilización europea. Recordemos los ocho siglos de presencia musulmana en la península ibérica o la supremacía del imperio turco en el Mediterráneo hasta el siglo XVI.
Desde la primera cruzada en 1095, con propósitos explícitos de recuperar los sitios santos de la cristiandad, pero con el implícito designio de separar a las grandes masas musulmanas de África de Norte y de Oriente Próximo, la región se convierte en un nudo gordiano trascendental para Occidente.
La influencia del petróleo
El descubrimiento de grandes reservas de hidrocarburos en Oriente Próximo, el primero de ellos en Persia en 1908, el yacimiento de Masjed Soleiman, transformó a la zona en el epicentro de los intereses capitalistas.
La creación del estado israelí en 1947-48 pone en juego todos los aspectos antes mencionados tanto religiosos, económicos y geopolíticos. La nueva nación apadrinada por los Estados Unidos volvió a gravitar como tapón entre las fuerzas musulmanas, además, como portaviones terrestre para las fuerzas occidentales que a través de Israel pueden controlar toda la región.
Dos bloques en conflicto
El reciente conflicto entre Irán e Israel se inscribe en el enfrentamiento entre el mundo unipolar controlado por Estados Unidos y el emergente mundo unipolar dirigido por China y Rusia con el apoyo de los países del llamado sur global, asociados en el bloque económico de los Brics.
La destrucción o el control total de una serie de naciones árabes en el diseño para un nuevo Oriente Próximo y África, Estados Unidos, sus aliados europeos e Israel han destruido a Libia, Líbano, Siria, Irak, Gaza, Cisjordania, Egipto y Sudán, dejando solamente indemne al estado más poderoso de la región, Irán, que, gracias a su potencial económico, su población y la férrea conducción de la dirigencia política surgida de la Revolución Islámica, ha logrado sobrevivir a un constante asedio.
La alianza entre Irán con Rusia y China abre nuevas posibilidades de fortalecimiento para el país persa, donde no necesariamente requiere de disuasión nuclear, ya que el paraguas defensivo de sus socios sería suficiente para contrarrestar las amenazas del uso de ese tipo de armas contra la República Islámica. Incluso Pakistán se mostró dispuesto a su defensa con amenazas de sus recursos atómicos.
En este escenario, la guerra entre el bloque occidental (unipolar) y el mundo multipolar en Irán, no puede resolverse con una acción punitiva directa; de esta forma, Estados Unidos e Israel manifestaron que su objetivo era el cambio del régimen teocrático y la destrucción de su programa nuclear.
Una guerra mediática
Irán, país con más de 90 millones de habitantes cohesionados política, cultural y religiosamente, bajo el gobierno de los ayatolas, es, en la práctica, imposible de ser víctima de una invasión.
Por lo mismo, el conflicto adquiere componentes más comunicacionales que acciones militares decisivas a no ser que se usen armas nucleares.
De esta forma, la escenificación de la guerra se da como un espectáculo mediático para mantener a la opinión controlada en la creencia de la supremacía del mundo unipolar.
Por lo tanto, el control de los medios y las redes sociales se hace crucial, como vemos en nuestro país por el revuelo político causado en la oposición a la llegada de Rusia Today a las pantallas de televisión abierta; o los tratamientos noticiosos de Las Últimas Noticias exponiendo con admiración en primera página, el golpe de Estados Unidos contra el programa nuclear iraní.
Las acciones de los Estados Unidos contra Irán fueron avisadas a las potencias socias del país persa, Rusia y China. Más aún, avisó a Irán sobre los ataques a sus instalaciones nucleares y lo propio hizo irán sobre su bombardeo sobre las bases estadounidenses en el golfo.
Hasta ahora la fórmula del teórico de los conflictos Karl Von Clausewitz -estudiado por todos los ejércitos y analistas geopolíticos-, era que la guerra es la continuación de la política por otros medios, se transforma en: la guerra es la política, entendida como espectáculo mediático de consumo de masas.
La estrategia de Trump
Las diferentes acciones bélicas de Oriente Medio muestra que Trump acepta de cierta forma la multipolaridad entre los Estados Unidos, China y Rusia en repartición de zonas de influencia. Sin embargo, la visión de la multipolaridad se basa, comunicacionalmente, en un trato justo a las naciones menos desarrolladas, lo contrario de la expoliación que hace Estados Unidos al imponer su hegemonía basada en el poder político/militar duro.
Trump se plantea frente a la sociedad de consumo mediática y de redes sociales, como el gran demiurgo (en la filosofía platónica, divinidad que crea y armoniza el universo) que dirige el espectáculo geopolítico como un show televisivo, ordenando la retaliación e imponiendo la paz cuando él lo estima necesario.
La efectividad del ataque al programa nuclear iraní por parte de Estados Unidos se basa en la credibilidad que se dé a las palabras de Trump, en un golpe de compromiso, que deja, comunicacionalmente, bien parados a Israel y los Estados Unidos, pero también al propio Irán que celebra la tregua como una victoria.