Columna de Ignacio Figueroa: Nacionalistas made in USA

Toda la evidencia muestra que EEUU abrazó el neoliberalismo como una forma de control y aprovechamiento de economías de países emergentes. Claro, creó barreras físicas para que alcanzaran el desarrollo, pero preferentemente condicionantes políticas, sociales y culturales.

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Por Ignacio Figueroa
Actualizado el 30 de julio de 2025 - 11:08 pm

“La elite pareciera seguir confiando en que la era Trump será pasajera”, dice nuestro columnista. Foto: ARCHIVO

Dos hechos marcan el primer cuarto del siglo XXI. Primero, el genocidio en Gaza con la complicidad de occidente, y donde el mundo “civilizado” asiste a la carnicería sin hacer nada. Segundo, el fin del eurocentrismo con la capitulación de la Comunidad Económica Europea (CEE) frente a los EEUU de Donald Trump. Acá, la CEE asume una posición de vasallaje que la elimina como uno de los actores relevantes del naciente mundo multipolar en su empeño por derrotar a Rusia en Ucrania.

En Chile, los candidatos de derecha no dicen nada en sus campañas sobre la violencia ejercida por EEUU, mostrándose como nacionalistas sin nación.

Mientras los nazis en Alemania crearon su industria de la muerte en los campos de exterminio ocultos al mundo, los sionistas hacen gala de su solución final. Asesinan a miles de personas frente a la opinión pública mundial sin intentar esconder las atrocidades.

El genocidio en Gaza marcará la conciencia de la humanidad en los años por venir, dejando un estigma que tendrá consecuencias más temprano que tarde.

La actitud contemplativa de Europa, que dejó hacer al gobierno de Netanyahu, era solamente el comienzo de la claudicación total frente a Estados Unidos. La reunión entre Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, consagró la sumisión del Viejo Continente al liderazgo estadounidense.

Problemas políticos

Pero, preferentemente, eliminó el componente de la CEE de la ecuación del mundo multipolar. Si Estados Unidos trata así a sus socios históricos, se puede especular cómo será el tratamiento para otras naciones.

La actitud del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, al enfrentar a Trump, marca una diferencia con los líderes europeos. Es decir, al menos mostró la intención de mantener la soberanía nacional.

El paso desde el globalismo neoliberal al proteccionismo en un breve período tendrá efectos dramáticos para países como Chile, que abrazaron el libre comercio sin aranceles y lo convirtieron en una política de Estado, firmando más de 30 tratados.

La imposición de aranceles que realiza EEUU puede crear un efecto dominó, donde potencias regionales o secundarias tengan que imponer sus propias medidas arancelarias para no sacrificar sus capacidades industriales.

La política de Trump es que los demás países del mundo paguen la deuda fiscal de EEUU. Y transferir al resto de las naciones los esfuerzos económicos que redundarán en problemas políticos y sociales.

La destrucción de cualquier tipo de industrialización de países que aceptaron que su sitial en la globalización es la de proveer servicios y materias primas mientras compran productos manufacturados a los países desarrollados, en una posición que consagra la pérdida de soberanía y al subdesarrollo, debiera ser el gran debate de las elites políticas.

Difícil pronóstico

El presidente Boric mostró cierta inclinación por revisar lo hecho hasta ahora. Participó en la reunión de los Brics y organizó la Cumbre Progresista. Esto indica que por lo menos una parte de los liderazgos políticos comprende los desafíos para las economías abiertas. Lo mismo se puede decir de su condena a Israel por la masacre en Gaza.

El sometimiento de la economía chilena a los designios de EEUU nace desde el golpe de estado de 1973. La introducción paulatina del neoliberalismo en el país permitió un consenso de la clase política institucional -durante la transición a la democracia- de que la globalización era un período sin fronteras temporales. Esto, en sintonía con la tesis en boga de Francis Fukuyama del Fin de la Historia y el Último Hombre (1992).

En tiempos de Trump, toda la evidencia muestra que EEUU abrazó el neoliberalismo como una forma de control y aprovechamiento de economías de países emergentes. Claro, creó barreras físicas para que alcanzaran el desarrollo, pero preferentemente condicionantes políticas, sociales y culturales.

La falta de un debate nacional a través de los medios de comunicación debe alertar a los ciudadanos sobre una actitud pasiva de la elite. Esta pareciera seguir confiando en que la era Trump será pasajera, que después de sus cuatro años de mandato se volverá al libre comercio y a la globalización.

Los hechos muestran que la historia y las fuerzas en oposición, en un mundo signado por el conflicto, es de difícil pronóstico. Especialmente cuando las potencias están en pleno proceso de ajuste del poder.

Aspaviento sobre Derechos Humanos

La parálisis frente a hechos irrefutables que cambian el statu quo tienen su correlato más descarnado cuando, en la carrera presidencial, los temas centrales del desarrollo futuro del país, como es el sometimiento a la potencia que pierde hegemonía, quedan fuera del debate.

Los candidatos del nacionalismo derechista plantean dos áreas de propuestas. Por un lado, seguir profundizando el modelo neoliberal, eliminando trabas a la depredación del capital para echar mano a los recursos naturales que aún quedan. Por otro, basan su nacionalismo en medidas que compiten por ofertar la mano más dura posible frente a la crisis de seguridad pública.

El programa de Kast explicita. “Proponemos reforzar la vinculación de Chile con Estados Unidos, Reino Unido, Japón y Alemania, como cabeza de la Unión Europea, como socios políticos estratégicos. También propiciamos estrechar vínculos con países del Asia Pacífico, por su creciente importancia económica”.

Los medios y los periodistas debieran emplazar a los candidatos a definiciones en las áreas cruciales que definirán el futuro de la nación. Y sin permitir los reduccionismos de los nacionalistas made in USA por atrincherarse en sus posiciones reduccionistas, donde el único tema trascendente son las medidas contra la delincuencia.

Lo mismo respecto al genocidio en Gaza, donde los candidatos deben mostrar claramente su posición. Mientras, sólo hacen aspaviento sobre el respeto a los Derechos Humanos utilizando como herramienta política los casos de Cuba y Venezuela, países que han construido su soberanía en oposición a la hegemonía estadounidense.