Columna de Ignacio Figueroa: El pinochetismo democrático

En definitiva, el pensamiento de ultraderecha es promovido por el ecosistema mediático corporativo, versus el pensamiento de izquierda que es denigrado como obsoleto o “empobrecedor”.

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Por Ignacio Figueroa
Actualizado el 16 de octubre de 2025 - 9:16 pm

El estallido social es calificado por la derecha como el inicio de la ola delictual. Foto: ARCHIVO

La ola delictiva que afecta a Chile desde el fin de la pandemia (para la derecha durante y desde el estallido social), creó las condiciones para un auge de la reacción. Es una espiral que se potencia con la retroalimentación entre la inseguridad pública y el discurso de extrema derecha basado en el temor.

Las ideas de ultraderecha se comenzaron a normalizar en Chile a través de la prensa corporativa antes de derrotado el proyecto de una nueva Constitución en el plebiscito del Apruebo o Rechazo de 2022.

Lo que al principio se percibió como ideas extraviadas, su repetición en una coyuntura propicia permitió una construcción mental autoritaria deseable. Y promovida desde el poder mediático como una alternativa válida frente al peligro que representa “el comunismo”.

En tanto, las alternativas de corte de izquierda radical (que podrían ser la antípoda de los mensajes de ultraderecha), solamente tienen cabida en minúsculos espacios periodísticos de medios alternativos o redes. En definitiva, el pensamiento de ultraderecha lo promueve el ecosistema mediático corporativo, versus el pensamiento de izquierda, denigrado como obsoleto o “empobrecedor”.

Edición fascistoide

A nivel internacional, los liderazgos de corte autoritario, como Bukele, Milei o Trump, se exaltan a pesar de su innegable condición de arbitrariedad. Designación a dedo del autócrata sobre quién es el enemigo a batir, en cambios “orwellianos” que no son cuestionados por el poder mediático corporativo. Son más bien alentados.

La preponderancia mediática de los liderazgos autoritarios crea la condición de “elegido”. Es similar a la creencia judía de ser el pueblo escogido de Jehová. Algo en lo que sin duda creen Trump y Milei, los aliados más estrechos de Israel durante el holocausto palestino en Gaza. Mientras Bukele, de ascendencia palestina, mantuvo un silencio ensordecedor por el destino de los pobladores de Gaza.

Ante la ola de inseguridad, hace años se insinúa que lo que Chile necesita es un Bukele o un Pinochet democráticamente electo. Alguien que ponga mano dura contra la delincuencia. En una edición fascistoide de “el fin justifica los medios”, central en la crítica contra la revolución comunista. Pero con el agravante de que el socialismo busca el beneficio de la masa popular, mientras que, para el fascismo, la exaltación de una elite racial o económica.

Para la derecha, el golpe cívico-militar de 1973 fue una acción preventiva contra una potencial dictadura comunista, que se eternizaría en el poder. Un eventual gobierno de José Antonio Kast, ¿no debería percibirse como una dictadura fascista?

Falencias conceptuales

El fracaso del liberalismo político/económico; el desgaste de modelo chileno extractivista; la crisis social permanente por políticas que estimularon la inmigración para abaratar el trabajo; la falta de expectativas en un mundo laboral donde el sueldo no alcanza para la sobrevivencia; el choque entre los chilenos y los emigrados por los cupos laborales, la cobertura social en salud, educación y vivienda crean las condiciones perfectas para la introducción de la idea de un Pinochet democrático.

Mientras, las políticas que llevaron al regreso del pinochetismo vienen desarrollándose desde la introducción del neoliberalismo en el país. Donde el ciclo de aumento del capital, la depredación intensiva del medio ambiente y la mano de obra aumentó la riqueza en forma considerable. Pero en una condición de fragilidad que ahora se hace patente.

La construcción del pinochetismo democrático presenta una serie de falencias conceptuales que son fácilmente identificables:

-La complicidad de la derecha con los sectores empresariales que abusan de los consumidores.

-La resistencia de la derecha para aprobar el fin del secreto bancario.

-La condición de Kast como cómplice de los delitos de lesa humanidad cometidos en dictadura.

-El recorte del gasto del Estado en beneficios sociales.

-La capacidad atribuida exclusivamente a la ultraderecha de enfrentar con mano dura la delincuencia.

Entre otras.

Bots de la ultraderecha

Estos puntos se tocan marginalmente en la candidatura de Jeannette Jara. Sin embargo, en el balotaje deberían ser centrales para mostrar a los electores que la ultraderecha no es alternativa aceptable para solucionar los problemas del pueblo.

Por el lado de la candidatura de la izquierda, la campaña es propositiva, pero ha faltado la condición de estar permanentemente a la ofensiva. En tanto, la ultraderecha siempre se mantiene al ataque. El discurso descalificador de ideologías incompatibles con la democracia es unilateral: se cuestiona las credenciales de Jara, pero no las de Kast.

La idea de los “parásitos del Estado” en contra de la izquierda por el supuesto aumento en contrataciones fiscales es una información comprobadamente falsa.

Pero se introduce en el imaginario de la opinión pública una idea tal como se creó la necesidad de un Pinochet democrático. Se enquista por la repetición que hacen los bots de la ultraderecha en las redes sociales y los tratamientos de la información mediatizada.

Sufrimiento popular

Se busca culpar de todos los males a un grupo en concreto que pueda asumir las faltas individuales o colectivas. En sí mismo es un concepto clasista derivado de una antigua afirmación: “El pueblo es flojo y estúpido”. Por lo tanto, merece la pobreza, la exclusión o las condiciones de vida miserables.

Esta idea aprovecha la condición arribista de una sociedad construida sobre la preponderancia del dinero. Allí donde hasta los más pobres se sienten de clase media; donde el esfuerzo personal propio es valorado, pero no el de los demás. Donde la riqueza se ve como un símbolo de los dones de Dios o un esfuerzo de personas brillantes… Sin tomar en cuenta la condición de clase o raza.

La sola posibilidad de que el temor de los ciudadanos lleve a la presidencia a un Kast como un Pinochet democrático, es una contradicción. Una contradicción imposible de resolver y que solamente aumentará el sufrimiento popular con el sacrificio de las personas más vulnerables. Justamente a las que un Estado debiera tener la misión de proteger.