Columna de Luis Mora: De parásitos y servidores

El verdadero servidor público no busca cámaras ni aplausos. Trabaja en silencio, creyendo que servir al país es un honor y no un privilegio. Esos son los héroes anónimos de Chile, los que no aparecen en las columnas ni en las portadas.

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Por El Ágora
Actualizado el 15 de octubre de 2025 - 11:30 pm

Los parásitos dependen de otro ser vivo para sobrevivir. Foto: ARCHIVO

Hace poco, un funcionario público escribió una columna titulada “Parásitos”, donde calificó de esa forma a quienes, según él, viven del Estado. Lo irónico es que quien lanza esa acusación recibe su sueldo del mismo Estado. Y desde ahí surge una pregunta inevitable: ¿En qué momento se perdió el sentido de la palabra servicio público?

Chile está lleno de personas que dedican su vida a servir. Profesores que siguen enseñando aunque falten materiales. Enfermeras que trabajan con el alma pese a que el cuerpo ya no puede más. Asistentes sociales, administrativos, auxiliares, choferes, técnicos… Mujeres y hombres que hacen andar a este país, muchas veces sin reconocimiento, sin aplausos y sin discursos que los defiendan.

La dignidad no se hereda

Llamarlos “parásitos” no solo es una falta de respeto; es una forma de deshumanizar al otro. Es negar la historia de cada trabajador que sostiene con su esfuerzo la salud, la educación, la seguridad y la esperanza de millones de chilenos. Las palabras importan. Y cuando vienen de alguien que ocupa un cargo público, deberían ser un ejemplo, no una piedra.

El verdadero servidor público no busca cámaras ni aplausos. Trabaja en silencio, creyendo que servir al país es un honor y no un privilegio. Esos son los héroes anónimos de Chile, los que no aparecen en las columnas ni en las portadas. Pero que cada día -a pesar de todo- vuelven a cumplir su deber.

Yo no soy político. No tengo un cargo. No tengo poder. Soy solamente un ciudadano. Pero tengo voz. Y tengo derecho a usarla y a responder. Porque me cansé de ver cómo se insulta y desprecia al que sirve, mientras otros se enriquecen del mismo Estado que los “hospeda”.

Por eso escribo estas líneas. Para recordar que la dignidad no se hereda ni se compra: se demuestra en el trato humano, en la empatía y en la memoria. Y porque creo que un país que pierde el respeto por sus trabajadores, pierde su alma.

Luis Mora Obregón
Escritor